Cuentan que nació en Egipto en
el siglo III d. C. Que compartió todo lo que tenía con los más pobres y se
marchó al desierto como santo anacoreta, querido y respetado por todos. Tras su
muerte, a la edad de 105 años, su culto se extendió al norte y al sur, al este
y al oeste convirtiéndose en patrón de campos y animales. Es en el siglo XV
cuando la familia noble de los Corella trae hasta la villa de Elda la primera
imagen del santo, situándola en la capilla del castillo, ocupando tiempo
después, su lugar en la ermita.
Desde entonces hasta hoy Elda está unida a la imagen de este "vejete humilde con sus barbas y pelo cano"..., unida a San Antonio Abad a través de esa hoguera que ilumina la noche eldense cada 17 de enero, unida por el repique de esa campana que nos anuncia que la Fiesta ha llegado, unida por el sonido de una dulzaina y un tamboril, por una danza, por cucañas..., unida por Moros que disfrutan junto a Cristianos porque, desde entonces hasta hoy, Elda siente que junto a San Antón la vida es una Fiesta que inunda cada calle, cada plaza..., una Fiesta que llega al corazón de cada eldense.
Y es que desde que en 1941
llegara a nuestra ciudad la actual imagen del santo, obra del escultor Pío
Mollar, cada vez que su figura asoma por la puerta de la ermita, Moros y Cristianos
cantan a una sola voz aquello de “… y entonces el mundo entero sabe que han
llegado las Fiestas ¡Que viva Elda y San Antón”.
José
Javier Santa Hernández
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